Por PABLO
FRANCESCUTTI
Esta vez no
volveremos a criticar a China por su tristemente célebre trayectoria ambiental.
Por el contrario, hablaremos de una mega-iniciativa ecológica gestada en esos
pagos: la construcción de la Gran Muralla Verde,
la larguísima barrera de árboles dirigida a contener el avance de las
tormentas de polvo que azotan el país asiático. En prueba de que allí no se
andan con chiquitas, están alzando un muro viviente que correrá en paralelo a
la línea defensiva homónima, con una longitud de 4.500 kilómetros .
Con semejante
fortificación vegetal no se busca detener a los bárbaros, sino parar al “dragón
amarillo”: las nubes de polvo arrastrada por los vientos desde los grandes
desiertos del norte, que periódicamente barren la ciudad de Pekín, cubriéndolo
todo con una pátina parduzca y provocando epidemias de trastornos
respiratorios; y siguen viaje a campo través, sepultando los cultivos bajo una
alfombra de partículas arenosas.
En el origen
de la polvareda se encuentra la desertificación, el resultado de una
combinación de sequía, pastoreo excesivo y deforestación. Cada año, el
desierto del Gobi se agranda unos 3.500 kilómetros
cuadrados, aproximándose un poco más a las zonas habitadas (las dunas se hallan
a tan solo 270
kilómetros de la capital del país).
Ante la
amenaza, las autoridades del Ministerio chino de Forestación tuvieron la idea
de oponerle un cordón vegetal a lo largo de la Gran Muralla ; un
cordón integrado por un cinturón externo de árboles de 250 a 650 metros de ancho, que
defiende un ecosistema de vegetación baja resistente a la arena, plantada para
estabilizar las dunas. Debajo se extiende una capa de grava de dos metros de
profundidad, colocada con la doble misión de impedir que la arena suba a la
superficie y estimular la formación de un suelo fértil.
Las plantas se
siembran lanzando semillas desde aviones, en donde las condiciones del suelo lo
permiten; en los terrenos más áridos se encargan los campesinos de plantar los
arbustos y árboles requeridos. La palabra clave aquí es “aforestación”:
plantación de nuevos bosques donde históricamente no los ha habido.
El proyecto,
que arrancó en 2001, ya cuenta con 25 millones de hectáreas de árboles en su
haber. Debe decirse que se lleva a cabo con paciencia china, previéndose
su finalización para 2074. Aparte de los beneficios originariamente
perseguidos, se van conociendo otros efectos positivos. Un estudio publicado
esta semana en el ‘Journal of the American Water Resources Association’,
calcula que a su término las precipitaciones aumentarán un 20 por ciento y se
producirá un descenso de las temperaturas.
Qué importante es la prevenciòn y planificaciòn para evitar males mayores.
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