La creciente
contaminación acústica producida por el hombre en los océanos se está
convirtiendo en una seria amenaza para la biodiversidad marina, en concreto,
para especies como ballenas, delfines y tortugas, que emplean sonidos para
comunicarse. Según expertos reunidos en una conferencia impulsada por las
Naciones Unidas en Roma, la navegación comercial, los nuevos radares militares
y el cambio climático “acallan” los sonidos que producen estos animales, una
situación que les asusta y desorienta y que hasta llega a afectar su
comportamiento.
El continuo
rugir de los motores de los barcos, los estudios sísmicos que llevan a cabo las
compañías de gas y petróleo y los sónares militares han elevado los niveles de
ruido de los océanos hasta niveles casi insostenibles. El director científico
de la Sociedad
para la Conservación
de Ballenas y Delfines, Mark Simmonds, asegura que existen “evidencias” de que
estos ruidos afectan sobre todo a mamíferos marinos, especialmente a aquellos
que suelen moverse en las profundidades.
Simmonds ha
descrito -en el marco de una conferencia del Programa Medioambiental de la ONU sobre Especies Migratorias
que se celebra en Roma estos días- así el fenómeno: “Es como el efecto que se
produce en cualquier fiesta: tienes que hablar cada vez más alto hasta que
llega un momento en que nadie puede escuchar a nadie”.
“El mal del
buceo”
Este
científico ha señalado que existen además pruebas de que los casos de ballenas
varadas en playas de todo el mundo están cada vez más relacionados con la contaminación
acústica. Muchos de estos mamíferos presentan daños en los tejidos similares a
las de los buceadores que sufren el llamado “mal del buceo” o enfermedad por
descompresión inadecuada, que se produce al salir a la superficie demasiado
rápido. Los expertos sugieren que estos animales suelen asustarse por los
sonidos de sónares o pruebas sísmicas y suben hacia la superficie más rápido de
lo que son capaces de soportar.
De acuerdo
con un estudio impulsado por la
IFAW (International Fund for Animal Welfare), la distancia
máxima a la que las ballenas azules pueden comunicarse se ha reducido un 90%
como resultado de los elevados niveles de ruido.
El cambio
climático, otra causa
Los
científicos también alertan de que el aumento de los niveles de dióxido de
carbono en los mares ha hecho subir la acidez del agua, lo que contribuye
también a que los océanos sean más ruidosos (a más ácidos, menor capacidad de
absorber el exceso de ruido).
“Si existe
mucho ruido de fondo, los animales no pueden oír el paso de los barcos”, ha
comentado Simmonds. “Es cuando aparece el efecto de las fiestas”.
Los
conservacionistas marinos reunidos en Roma urgirán en las conclusiones de la
conferencia a que los gobiernos adopten medidas para la implantación de motores
silenciosos y normas más estrictas en cuanto al desarrollo de estudios sísmicos
y de tecnologías de sónares militares.
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