El 7 de julio se celebra el Día
Nacional de
la Conservación
del Suelo, establecido en 1963 por decreto Nº 1574 de
la Presidencia de
la Nación en memoria del Dr.
Hugh Hammond Bennet. El Dr. Bennet fue un investigador estadounidense que
trabajó constantemente en busca de la preservación de la integridad del recurso
natural suelo, cuya importancia es vital para la producción agropecuaria.
El
suelo es un sistema dinámico y complejo cuya función no es sólo la de servir
como soporte mecánico para el crecimiento de las plantas, sino que también es
el medio a través del cual éstas toman el agua y los nutrientes que necesitan
para su desarrollo. Cuando un suelo se
encuentra en condiciones adecuadas para cumplir con su función para la
producción, se dice que es de buena calidad.
El
uso irracional del suelo genera una alteración de sus propiedades que puede
hacer que pierda parcial o totalmente su capacidad de cumplir con su función.
Este fenómeno de disminución o pérdida de calidad del suelo se denomina
degradación.
La
erosión es el más grave de los procesos de degradación y se define como la
pérdida de las capas más fértiles del suelo y, por ende, de gran parte de sus
condiciones para producir. La misma puede ser producida por el agua (hídrica) o
el viento (eólica). Por la acción de tales agentes climáticos, las capas
superficiales son arrancadas de su emplazamiento original y transportado hasta
lugares a veces muy distantes. El suelo removido no podrá ser retornado y
tardará muchos años en volver a formarse. El resultado final de este proceso
son tierras improductivas cuya condición es, en la gran parte de los casos,
poco menos que irreversible.
De
las 280.000.000 has que abarca la
Argentina, 112.000.000 has (40%) están afectadas en algún
grado por procesos de degradación, principalmente por erosión. Tierras de alto valor
para la producción agrícola, se encuentran hoy dañadas por los efectos de este
proceso. Se estima que, para las zonas húmedas de nuestro país, la degradación
por estas causas se incrementó a razón de 250.000 has/año en los últimos 30
años. En lo que respecta a la zonas áridas o semiáridas, más de 21.000.000 has
se hallan afectadas por erosión eólica, con incrementos de 60.000 has/año en
ese mismo período.
El suelo es el principal
capital con que cuenta el productor y por extensión, la comunidad toda,
especialmente aquéllas que basan su economía en la producción agropecuaria. La
responsabilidad de mantenerlo productivo no recae solamente sobre quienes estén
directamente vinculados a su uso, sino también sobre aquellos otros miembros de
la sociedad que de una u otra manera intervienen o influyen sobre el proceso
productivo u obtiene beneficios a partir del mismo.
El
problema de la erosión existe y no puede ser negado; las alternativas no son
muchas: o se deja que nuestros suelos vayan perdiendo gradualmente su capacidad
de producir, o se decide conservarlos para asegurar la subsistencia de las
generaciones futuras. Por eso es de verdadera importancia crear la inquietud
para que en forma conjunta productores, contratistas, profesionales,
estudiantes, docentes, empresarios y toda la comunidad en general tome
conciencia de los riesgos que implica la pérdida de un recurso natural de tan
vital importancia como lo es el suelo.